Edith Södergran

 

I Introducción

 

Edith Södergran nace en San Petersburgo, el 4 de abril de 1892 en una familia burguesa de habla sueca. Por temas laborales de su padre, Matts Södergran, la familia se traslada a Raivola, en la frontera con Rusia.



Pionera en la poesía en lengua sueca en Finlandia, se inscribe dentro del modernismo finlandés. Sus primeros poemas fueron escritos en alemán, para luego adoptar el sueco como lengua poética.

Contrajo tuberculosis, la misma enfermedad que tuvo su padre, siendo tratada en Nummela desde 1909. Entre 1911 y 1914 su vida pasó entre hospitales en Suiza para tratar su enfermedad. Poco antes de comenzar la Primera Guerra Mundial, se instala en la casa de verano familiar en Raivola. Allí escribe su primer libro, Dikter (poesía) en 1916. El libro no tuvo un gran recibimiento. Parte de los intelectuales se mostraron desconcertados por la poética de Edith, y otros lo tomaron como un intento ridículo, lo que caló profundamente en la poeta.

En 1918 publica Septemberlyran (Lira de setiembre), que mezcla interpretaciones nietzscheanas con elementos dionisíacos en búsqueda de una reivindicación personal. Con ello quería mostrar que ni la guerra civil finlandesa, ni la Revolución Rusa o la guerra mundial; así como tampoco la presente tuberculosis ni las críticas recibidas, harían que abandonara la poesía.

Luego publicaría Rosenaltaret (El altar de las rosas) 1919 y Framtidens Skugga (Sombra del futuro) en 1920. Su último libro, Landet som icke är (El país que no es) 1925, fue la preparación de Södergran para la muerte; fue publicado póstumamente.

Edith Södergran murió en Raivola el 24 de junio de 1923.

 


La situación político-social de Finlandia en las primeras décadas del siglo XX, y en particular la zona de Ráivola, marcada por la presencia rusa y por las influencias culturales impuestas por Suecia a lo largo de varios siglos, no puede ser comparada a la situación de Montevideo de fines del Siglo XIX y principios del XX, con un Estado pujante en búsqueda de una identidad propia, asumiendo las influencias estéticas y culturales de las oleadas de inmigrantes que llegaban al Río de la Plata y que conformaron su base cultural. 

Edith Södergran aparece como pionera del Modernismo en lengua sueca, relacionado con las Vanguardias europeas, con una estética muy marcada y personal, que será el impulso de este movimiento en los países nórdicos. 

Este trabajo no pretende ser un estudio en profundidad o una relectura exhaustiva desde el feminismo de la producción poética de la escritora sino, más bien, una reflexión a partir de algunas teorías feministas y su encuentro o desencuentro con ciertas propuestas poéticas de Edith Södergran. Por una razón de espacio y de claridad se ha optado por seleccionar para el análisis una ínfima parte de la producción poética de la artista. 

Para este trabajo se han seleccionado dos poemas de su primer libro, quizá de los más representativos de una visión feminista de Edith. Futuros trabajos podrían incluir una visión más detallada de esta temática ampliando a otros de sus libros y poesías.

Dentro de la obra de Edith Södergran podemos analizar el poema “Vierge Moderne”[1] — siguiendo la lectura que hace Kristeva de la tercera posición de las luchas feministas—, en el que la escritora juega con la idea de la destrucción de las posiciones binarias levantando la bandera de una tercera posición que podría leerse como una anulación, o más bien, como una superación de las dos anteriores.

 

Vierge Moderne

Jag är ingen kvinna. Jag är ett neutrum.
Jag är ett barn, en page och ett djärvt beslut,
jag är en skrattande strimma av en scharlakanssol...
Jag är ett nät för alla glupska fiskar,
jag är en skål för alla kvinnors ära,
jag är ett steg mot slumpen och fördärvet,
jag är ett språng i friheten och självet...
Jag är blodets viskning i mannens öra,
jag är en själens frossa, köttets längtan och förvägran,
jag är en ingångsskylt till nya paradis.
Jag är en flamma, sökande och käck,
jag är ett vatten, djupt men dristigt upp till knäna,
jag är eld och vatten i ärligt sammanhang på fria villkor...
[2]

 

Yo no soy mujer. Soy un neutro.
Soy un niño, un paje y una audaz decisión,
soy un rayo riente de un sol escarlata...
Soy una red para todos los peces glotones,
soy un cuenco para el  honor de todas las mujeres.
soy un paso hacia la casualidad y la perdición,
soy un salto en la libertad y en el yo...
Soy un susurro de la sangre en el oído del hombre,
soy un escalofrío del alma, nostalgia y negación de la carne,
soy un letrero que anuncia la entrada a  nuevos paraísos.
soy una llama inquisitiva e intrépida,
soy agua, profunda hasta las rodillas pero audaz,
soy fuego y agua en unión sincera sin condiciones.

     Aquí, antes de un análisis del poema y de las lecturas feministas que se pueden hacer de él, quiero detenerme en dos puntos que considero esenciales a la hora de interpretar lo escrito por Edith. Ambas puntualizaciones tienen que ver con el inicio del poema, y más específicamente con las dos primeras palabras que serán repetidas a lo largo del poema: “Jag är”. El primer punto a aclarar tiene como motivo la traducción del primer verso al español. La frase en sueco “Jag är ingen kvinna” debería traducirse literalmente como “Yo soy no mujer” para mantener la estructura original del poema en sueco que se construye a partir de una iteración de ese “Yo soy”. En español se pierde el sentido original de la frase siguiendo este procedimiento y se establecería un nuevo sentido contrario al esperado.[3]

El segundo punto tiene que ver con esa  aclaración”que hace la escritora en el  comienzo Yo no soy mujer” que se transforma en un punto particularmente importante. Como expresan Raman, Widdowson y Brooker, siguiendo los pensamientos de Simone de Beauvoire:

Cuando una mujer intenta definirse empieza diciendo “soy una mujer”. Ningún hombre puede decir lo mismo. Este hecho revela la asimetría básica entre los términos “masculino” y “femenino”. El hombre define lo humano: la mujer no. Y este desequilibrio se remonta al antiguo testamento.[4]

 

Sin embargo Edith, contrariando esta postura, comienza su poema con una negación de su condición de mujer, lo que se convierte en fundamental para entender su postura acerca del feminismo. Esta negación implica tomar una posición que no se concibe desde lo que la lógica binomial postula.

En el primer verso del poema Edith concibe una declaración en el que elimina uno de los elementos de la oposición binaria, lo que supone eliminar la oposición por completo, postulando enseguida una construcción nueva que integre los conceptos anteriores (Jag är ett neutrum). Ese primer verso se resuelve en una pareja negación/afirmación. El cometido esencial de la negación es anular la posible identificación binaria, la desconstrucción de un discurso que ella entiende perimido.

Luce Irigaray rechaza este planteamiento de una mujer como un neutro afirmando en Yo, tú, nosotras, que el neutro significa una pérdida de identidad.

 

Esta insostenible situación frente al discurso determina por parte de la mayoría de las mujeres que desean tomar la palabra en el ámbito cultural una forma de repliegue que ellas imaginan neutra. Pero tal cosa resulta imposible en nuestras lenguas[5]. La mujer niega su sexo y su género, pues así la ha educado la cultura. Para cambiar su comportamiento deberá cumplir un itinerario doloroso, complicado, una auténtica conversión al género femenino. Tal itinerario constituye la única forma de superar la pérdida de la identidad subjetivamente sexuada. La mayor parte de las mujeres viven por principio como adecuadas o neutras en el plano de la cultura, además de sometidas a las normas del marco sexual en sentido estricto y a los estereotipos familiares. Las dificultades con que tropiezan al entrar en el mundo cultural inter-masculino obligan a la mayor parte de las mujeres, incluidas las que se consideran feministas, a renunciar a su subjetividad femenina y a las relaciones  con sus iguales, lo que las conduce a un callejón sin salida desde el punto de vista de la comunicación individual o colectiva. La cultura se empobrece así considerablemente, reducida a un solo polo de la identidad sexual.[6]

 

Sin embargo en Edith este neutro no es una renuncia, ni un paso al costado, sino más bien una proposición. En la segunda parte del verso introduce una afirmación a través de la postulación de una nueva posición que permita la integración de los elementos anteriormente separados en el discurso binomial. Aunque quizás, en vez de reunión de los elementos, se puede hablar con mayor propiedad de una anulación de los dos anteriores. Siguiendo los pensamientos de Saussure en cuestiones lingüísticas un signo es lo que los otros no son. La aparición de este término (neutro) anula la posibilidad de aparición de los otros dos términos (masculino/femenino; hombre/mujer) eliminando la oposición. Este primer verso es importante entonces desde una lectura de la postura identificada por Julia Kristeva como tercera posición del feminismo, esa superación del discurso machista binomial.

Siguiendo con esta idea, la superación de los elementos dicotómicos y la introducción de un nuevo elemento supone una desconstrucción de la lógica anterior y la construcción de una lógica nueva. A partir del segundo verso incorpora el concepto del nuevo hombre (en verdad debería escribirse como el nuevo Humano, ¿o neutro? Edith sigue el sentido nietzscheano del término “nuevo hombre”) al introducir la figura del niño. El hombre anunciado por Nietzsche es el que para ser fiel a sí mismo y a los designios históricos de la época en la cual le tocará vivir, debe identificarse con el profundo llamado de sus instintos y de su ser total; apurar la concepción agonal de la vida, sentir su destino como tragedia y abrazarse a la más dura lucha por la propia afirmación. Será libre en la medida en la que sepa cumplir con estas exigencias, encaminándose así, a través de la libertad conquistada, al goce de su poder intrínseco, a una armónica y soberana plenitud vital.

Es decir que en estos dos primeros versos, Edith destruye y construye un mundo. Destruye el mundo binomial machista propugnado por el Modernismo en el que los dos términos se oponen y uno, el femenino, está subordinado al otro, el masculino. Inmediatamente de desmantelado este mundo al eliminar el término "subordinado femenino" construye una nueva posición que integra los dos elementos anteriormente dicotomiales en uno que los reúne y que a su vez es distinto a ellos, lo neutro. Esta idea de la destrucción del mundo anterior y la construcción de uno nuevo con nuevas bases o pilares es el tema principal de este poema y se repetirá en otras de sus obras poéticas.

 


Esta poesía tiene en su estructura una marcada construcción anafórica que le permite desencadenar, desde una reiteración semántica, nuevas imágenes y sentidos a través del elemento repetido.[7] Siguiendo el concepto de reiteración con núcleo invariado de Juan Guillermo Renart[8] esta construcción estaría dada por:

 

[...] una serie de frases o segmentos de frases, sintáctica y/o semánticamente relacionados, en cada uno de los cuales: a) se repite el mismo elemento léxico –constituido por una o más palabras ¾, y b) el resto se compone de un elemento léxico diferente en cada frase o segmento, que determina semánticamente el elemento repetido o invariado, y que es determinado semánticamente por él.[9]

 

En la estructura de este poema el elemento invariado que se repite y encabeza cada verso es Jag är (Yo soy) una declaración de principio, una autodefinición que marca presencia. En este caso el pronombre "Yo" ocupa el lugar de un evasivo sujeto que se desliza por la estructura del poema, sin hacerse presente, construyendo un ser nuevo que comienza a edificarse a partir del segundo verso. El segundo término del verso especifica y delimita, en cada caso, el primer término invariable. Estos segundos términos delinean en cada verso la definición de este nuevo ser que tiene como objetivo  superar las dicotomías falocéntricas.

Desconstruye aquella mujer idealizada por el logos machista (una femme fatal) para construir esta nueva mujer liberada. Para realizar un nuevo logos debe desconstruir el anterior, anularlo de alguna manera. Es la definición de ese nuevo mundo que nacerá luego del ocaso del anterior, pero impulsándose desde él (jag är en skrattande strimma av en scharlakanssol...) es decir el último fulgor del ocaso presupone el advenimiento de un nuevo amanecer.

Ella se presenta dentro de la estructura del poema como un mojón, una especie de frontera entre el antiguo modelo y el nuevo, un lugar a donde abrevan las mujeres que buscan ese nuevo modelo (jag är en skål för alla kvinnors ära,) sabiendo que este nuevo emprendimiento es incierto (jag är ett steg mot slumpen och fördärvet,
jag är ett språng i friheten och självet...
) pero teniendo en cuenta que este paso es necesario y que sólo así es posible la ruptura definitiva de las dicotomías.

 Esta ruptura de modelo se considera como algo necesario o inevitable. Ella, a pesar de identificarse como el lugar en el que van a abrevar las mujeres, esas nuevas mujeres, se concibe como parte de un movimiento que integra pero que es mayor que ella. Esto es importante ya que no se pone en el centro de la acción sino mostrándose como parte de algo que se está gestando y de lo que es testigo. La importancia del artista no está tanto en adelantarse a los acontecimientos, sino más bien, en ser un observador del mundo en el que vive y darnos cuenta de él. Pero también anota que este movimiento no es ajeno al hombre, sino que, quizá a través de ella, llegará a sus oídos, como un llamado de algo más grande que tiene que ver con el mundo interior y no tanto con el mundo “corpóreo” que es fugaz. Este llamado de la sangre está predestinado a superar el tiempo y a convertirse en un mojón de la nueva humanidad (Jag är blodets viskning i mannens öra, jag är en själens frossa, köttets längtan och förvägran,) que es el camino necesario para un nuevo paraíso, para un nuevo lugar posible.

No hay que dejar de lado para tener una mejor comprensión de este poema y del feminismo nórdico en general, que éste se distingue claramente de los movimientos feministas anglosajones. El feminismo en los países nórdicos no se trata simplemente de un movimiento sufragista, sino de un tipo de feminismo en el que los hombres juegan, junto a las mujeres, un papel importante. La mujer  no se erige como competidora del hombre sino que se consideran ambos como un complemento del otro. El feminismo nórdico, por tanto, actúa como un agente integrador.

 

En este movimiento, que no actúa al margen de los movimientos sociales, obreros y campesinos, encontramos escritoras que con mucha frecuencia utilizan la escena y/o la poesía, el lirismo y el realismo. Finlandia (...) es uno de los más ricos en personalidades ‘feministas’ como Minna Canta, Maila Talvio o Johannés Linnankoski.[10]

 

Otro poema de Edith Södergran que retrata este advenimiento de un nuevo orden y que sigue los postulados estudiados por Julia Kristeva es “Crepúsculo violeta”. El violeta es el color de la templanza, hecho de una igual proporción de rojo y azul, de lucidez y acción reflexiva, de equilibrio entre la tierra y el cielo, los sentidos y la mente, la pasión y la inteligencia. Con la idea del crepúsculo se expresa el fin de un ciclo y, en consecuencia, la preparación de uno nuevo. La muerte de uno es anunciador del nacimiento de otro. Desde el título se da la idea del poema, un nuevo ciclo de templanza.

El poema está dividido en tres partes bien diferenciadas, las primeras dos de cuatro versos cada una, y la tercera los últimos seis versos. En la primera parte se da una suerte de presentación de ese ser:



Violetta skymningar...[11]

Violetta skymningar bär jag i mig ur min urtid,
            nakna jungfrur lekande med galopperande centaurer...
           Gula solskensdagar med granna blickar,
           endast solstrålar hylla värdigt en ömsint kvinnokropp...

 

           Crepúsculo violeta llevo en mí desde mis primeros tiempos,

           Desnudas vírgenes jugando con galopantes centauros…

           Dorados días de sol con multicolores miradas,

           Sólo los rayos de sol rinden homenaje a un tierno cuerpo femenino…

 

Este poema debe ser leído en relación con Vierge Moderne en su concepción del advenimiento del nuevo mundo. En el primer verso deja al pasar una declaración importante y que puede ser leída junto al primer verso del poema anterior. Aquí declara que este sentimiento de cambio ha estado con ella siempre (Violetta skymningar bär jag i mig ur min urtid,), desde un primer instante ha estado en ella esta idea del cambio. Quizá por eso la declaración del primer verso de Vierge Moderne "Yo no soy mujer" en que niega ser uno de los términos de la dicotomía, relacionado además con la concepción ya estudiada acerca de que este movimiento, de la que ella es sólo una parte, es algo mayor que sus circunstanciales componentes y es un movimiento que se ha ido gestando mucho antes de que ella lo declare en palabras.

Este sentido de una anterioridad se puede observar también cuando hace referencia en el segundo verso a aquellas vírgenes que simbolizan lo inmaculado, junto a una figura mitológica tan alejada de la imagen precedente como son los centauros[12]. Esto marca en principio una incongruencia, pero a su vez deja paso a una idea que se resolverá en el último verso de esta estrofa, al manejar la idea que el poder de esas vírgenes es superior a todo, incluso a un poder de la naturaleza que amenazaría con anularlas (nakna jungfrur lekande med galopperande centaurer...). Se presenta ese nuevo ser como portador de un cambio que muestra el poder de las mujeres, poder que viene de tiempos inmemoriales (¿se puede pensar en una reivindicación del mundo matriarcal antiguo?) a las que sólo el sol, poder superior, es capaz de rendirles homenaje (endast solstrålar hylla värdigt en ömsint kvinnokropp...).

 

La segunda parte es una clara negación del patriarcado, del discurso machista ya perimido, o más bien, la constatación de que este discurso está condenado a la desaparición. Esos hombres que están inmersos en el discurso machista binomial  no son capaces de comprender ni tampoco de concebir ese nuevo orden:

 

Mannen har icke kommit, har aldrig varit, skall aldrig bli...
            Mannen är en falsk spegel den solens dotter vredgad kastar mot klippväggen,
            mannen är en lögn, den vita barn ej förstå,
            mannen är en skämd frukt den stolta läppar försmå..

 

El hombre no ha llegado, no llegó nunca, jamás llegará…

            El hombre es un falso espejo que la airada hija del sol tira contra el muro de roca,

            El hombre es una mentira que los niños blancos no comprenden,

            El hombre es un fruto podrido que los labios soberbios rechazan

 

El mundo patriarcal no ha sido capaz de superar las dicotomías que planteó como base de su discurso, y ha ido acrecentando esa brecha. No ha sido capaz de llegar a una solución (Mannen har icke kommit, har aldrig varit, skall aldrig bli...)
Por tanto ella lo
presenta como un falso espejo (Mannen är en falsk spegel den solens dotter vredgad kastar mot klippväggen), es decir un espejo que no refleja la verdad, la sinceridad, el contenido del corazón ni de la conciencia.

 

El espejo no tiene solamente por función reflejar una imagen; el alma, convirtiéndose en un perfecto espejo, participa de la imagen y por esta participación sufre una transformación. Existe pues una configuración entre el sujeto contemplado y el espejo que lo contempla. El alma acaba por participar de la belleza misma a la cual ella se abre.[13]

 

Por tanto el hombre como un falso espejo se devela a sí mismo como un ser falso, y su discurso se devela también como algo cargado de falsedad. El hombre y su mundo son una falsedad, una mentira y un fruto podrido que debe ser rechazado. Desde esta perspectiva especular es un violento rechazo al patriarcado internalizado, como un reflejo,  por las mujeres y la sociedad en general.

La tercera parte del poema, o su resolución, es una invitación a las mujeres  a que tomen el protagonismo en la construcción de este nuevo mundo. Esta invitación se hace a través de metáforas que implican la idea de vuelo, de un despegarse de esa terrenalidad marcada en el mundo masculino, en la búsqueda de algo más lejano. Las imágenes que se invocan refieren al movimiento del agitar de las olas y el vuelo de las aves subiendo a  los más altos pedestales. Vuelve a aquella idea del mundo matriarcal, con personajes que son mitológicos como las amazonas

 

Sköna systrar, kommen högt upp på de starkaste klipporna,
           vi äro alla krigarinnor, hjältinnor, ryttarinnor,
           oskuldsögon, himmelspannor, rosenlarver,
           tunga bränningar och förflugna fåglar,
           vi äro de minst väntade och de djupast röda,
           tigerfläckar, spända strängar, stjärnor utan svindel.

 

Bellas hermanas, subid a las más firmes rocas,

Todas como guerreras, heroínas, amazonas

Ojos de inocencia, frentes celestes, máscaras de rosa,

Recias olas. Aves en vuelo,

Somos las menos esperadas y las más rojas,

Listas de tigre, cuerdas tensas, estrellas sin vértigo.

 

Se podría inscribir esta posición dentro de la segunda fase descripta por Showalter, en el sentido de la reivindicación de un modelo anterior matriarcal, el de las amazonas, y en la propuesta separatista” en el sentido de separarse del modelo masculino para proponer otro modelo. En este poema queda claro que Edith se debate entre la propuesta de Kristeva y la de Showalter, combinando algunos de los presupuestos estudiados por ambas teóricas.

Como dice en la nota preliminar de Lira de septiembre (1918):

 

Mis poemas hay que tomarlos como bocetos descuidados. En cuanto al contenido, dejo a mi instinto construir lo que la inteligencia expectante contempla. Mi confianza reside en el hecho de que he descubierto mis dimensiones. No es propio de mi hacerme menos de lo que soy.[14]

 


 Ni tampoco quiere que las mujeres se piensen menos de lo que son.


 

Bibliografía

Calinescu, Matei. Cinco caras de la modernidad. Madrid: Tecnos, 1991

Chevalier, Jean; Gheerbrant, Alain: Diccionario de los símbolos, Barcelona: Herder,                                                          1999

Colaizzi, Giulia (ed.). Feminismo y teoría del discurso. Madrid: Cátedra, 1990.

Díaz de Alda Heikkilä, Cármen: Edith Södergran. El corazón desmedido. Madrid:                                                     Ediciones Torremozas, 1996.

Fol, Jean.Jacques. Los países nórdicos en los siglos XIX y XX. Barcelona: Labor, 1984.

Foucault, Michel: El orden del discurso. Tusquets, Barcelona, 2002.

Irigaray, Luce. Yo, tú, nosotras. Madrid: Cátedra, 1992

Lacan, Jacques. Escritos. México: Siglo XXI Editores, 1984

Laitinen, Kai. Literatura Finlandesa. Breve introducción. Helsinski: Otava, 1992.

Moi, Toril. Teoría literaria feminista. Madrid: Cátedra, 1988.

Rama, Ángel. Las máscaras democráticas del Modernismo. Montevideo: Fundación Ángel Rama, 1985.

Raman, Selden; Widdowson, Peter; Brooker, Peter. La teoría literaria contemporánea. Barcelona: Ariel, 2001.

Södergran, Edith: Antología Poética. Trad. Jesús Pardo. Madrid: Visor, 1992.

Zavala, Iris, M. “Modernidad sexualizada: el corredor de las voces femeninas”, En: Tina Escaja, Rosario(ed). Delmira Agustini y el Modernismo. Nuevas propuestas de género. Buenos Aires: Beatriz Viterbo, 2000.


[1] Incluido en el libro Dikter.

[2] Para esta traducción y las siguientes de las poesías de Edith Södergran tomo como referencia los trabajos plasmados por Díaz de Alda y Jesús Pardo, realizando algunas correcciones y agregados efectuados en clase que me han parecido pertinentes a la hora de una traducción fiel de la poética de la escritora.

[3] Si la traducción al español mantuviera la posición del original sueco el sentido del verso cambiaría, ya que la postulación resultante “Yo soy no mujer” implicaría una negación por oposición, instalando la lectura en el otro polo de la dicotomía “el hombre” lo que anularía la lectura del neutro.

[4] Raman, Selden; Widdowson, Peter; Brooker, Peter. La teoría literaria contemporánea. Barcelona: Ariel, 2001. pág. 157

[5] Se refiere a las lenguas de origen latino.

[6] Irigaray, Luce. Yo, tú, nosotras. Madrid: Cátedra, 1992, pág. 18-19

[7] Edith Södergran utiliza esta misma estructura para otras producciones poéticas como por ejemplo el poema “Dios”, incluido en el libro Dikter.

[8] Renart, Juan. “Pasión erótica trascendental y reiteración con núcleo invariado en las dos fases poéticas en Delmira Agustini”, en: Cortazzo, Uruguay (coord.): Delmira Agustini. Nuevas penetraciones críticas. Montevideo: Vintén Editores, 1996. pág. 107-131.

[9] Ibíd. Pág. 108

[10] Fol, Jean.Jacques. Los países nórdicos en los siglos XIX y XX. Barcelona: Labor, 1984, Pág. 110-11

[11] Incluido en el libro Dikter, publicado en 1916

[12] Los centauros, seres mitológicos, están identificados con la lujuria.

[13] Chevallier, Jean; Gheerbrant, Alain: Diccionario de los símbolos. Barcelona: Herder, 1999, pág. 477

[14] Díaz de Alda Heikkilä, Cármen: Edith Södergran. El corazón desmedido. Madrid: Ediciones Torremozas, 1996. Pág. 27

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